lunes, 6 de octubre de 2014

Propuesta a favor del valor de cuidar la educación. (En todas sus formas).

Quiero proponer, con esta entrada, una reflexión sobre la importancia de la educación tras haber visto el documental “Las misiones pedagógicas”. Históricamente, estas misiones surgieron en la época de la Segunda República para llevar el arte y la cultura de pueblo en pueblo, con el fin de contribuir al progreso del mundo rural.

Lo más interesante es el amplio porcentaje de analfabetismo que existía entonces en esas zonas y el impacto que creaban aquellos que mostraban a la gente de estos pueblos, un mundo completamente diferente al que ellos conocían, pero no tan lejano como para que pudieran llegar a comprender que también formaban parte del mismo.

La miseria no facilitaba el acceso a ese mundo, pero tampoco debía suponer un obstáculo al entusiasmo y las ganas de aprender, ni al crecimiento personal de unas personas que a pesar de sus condiciones de vida y la distancia entre ellas y los nuevos avances de la época, seguían siendo gran parte de la sociedad del país.

Mi reflexión, más que a la situación de carencias o desconocimiento, me ha llevado a ver la educación como algo que va más allá de lo meramente pedagógico. Nos educan de manera más colectiva en los colegios, en academias, pero también cada persona va construyendo su propia educación a partir de unas bases familiares, de ocio e incluso por ideas y ambiciones propias.

Las misiones de aquella época, aunque no pudieron darse durante mucho tiempo, fue suficiente para que dejasen huella en todos los que participaron. Actualmente, los cambios han sido tantos y los avances tan grandes que hasta la visión sobre la educación parece otra. Ya no suele valorarse desde el mismo entusiasmo y, a pesar de que el esfuerzo que requiere el aprendizaje es mucho más bajo gracias a los recursos de los que ahora disponemos, la mayoría de la gente de hoy lo calificaría más de trabajoso, que de gratificante o productivo.

Para acabar, creo que no se debe perder de vista esa parte de la educación que se inserta en nuestros conocimientos desde el día a día, de nuestras propias vivencias y de lo cotidiano. Aunque las gentes de aquellos pueblos aprendiesen las novedades y los avances provenientes de las ciudades, también ellas habían construido su propia educación, una cultura rica en costumbres y en la que resulta más valioso el propio ser humano, que la tecnología. Ahora es esa educación la que se está perdiendo y, quizás porque no aporte tanto beneficio material o económico, es escaso el interés que recibe. Mi propuesta es, que al igual que las misiones pedagógicas llevaban a los pueblos los nuevos avances, sería muy provechoso para el resto, que la gente que aún hoy conserva parte de esa forma de vida, tuviese ocasión de compartir una educación y sabiduría construida durante tantos años, con el propio ser humano y el entusiasmo como principales herramientas.


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